sábado, julio 26, 2008

Días de suspensión telúrica...

No hay pasamanos en mi mente
que sostengan el desorden
de mis ideas.
No hay relojes titánicos
que detengan la furia de mis anhelos
y el borboteo incesante de este
palpitar de infierno.
Pero sí hay un cuerpo hecho pradera
que espera silencioso
el ruido de sus lamentos;
hay un dormir sobresaltado
de imágenes fantasmales.
Algo ruge tras las paredes
como un canto contenido
una represa guardada
a punto del estallido.
Quiero que corra sin parapeto
se encrespe
se erice
se desboque.
No quiero convertirme en nido
ni que le salgan raíces a mis
ojos.
No te cuelgues de mi
para darle sentido a tu existencia;
no te alojes aquí
como si fuera tu morada.
Deja que las campanas no cesen
de tocarçy que las mariposas no se suiciden
en la luz.
Déjame
déjate
aléjame de tus intenciones.

domingo, julio 20, 2008

Confesiones de baño bonaerense (Última Parte)

Viernes 18 de julio
a alguna hora de la madrugada.

La vida verdadera habita detrás de la puerta.
Allí, donde se acumula penumbra están también los momentos que nos validan, que nos hacen ser íntimos seres.
Detrás de la puerta estará siempre tú, aunque hayas partido para siempre. Porque una penumbra tuya fue atrapada por mis manos, mi deseo y mi memoria.
Por eso, cada vez que traspaso el umbral, tu figura emerge y se ubica, gentil, a mi lado.
Como ahora.
Como siempre.

Confesiones de baño bonaerense (IV Parte)


Jueves 17 de julio
hora indeterminada de la noche.

Vuelvo a refugiarme en mi cuchitril vicioso.
Otra compañía se me ha sumado: un grillo que no cesa de marcar presencia con su sonoro estar.
Quizás clama por un tronco de árbol, asido como debe estar en un frío bloque de cemento; tan lejos de casa como yo lo estoy.
Es pequeño este espacio, como un territorio liberado del ruido y el ajetreo de una ciudad tan inmensa.
La paradoja de la existencia: de día deambulo por espacios abiertos al infinito urbano. De noche, me recluyo en esta cápsula en donde me encuentro conmigo, mis ritmos, mis silencios y mi eterna ansiedad por escribir.
Cuando el sol gobierna, son mis pies los que protagonisan la historia; mis pies y mis retinas.
Pero cuando la luna se halla en su apogeo, son mis manos y mi mente quienes hacen su entrada triunfal.
Van quedado sólo dos noches antes de volver...
Ya quiero mirar los edificios desde mi ventana y oir el hablar acompasado de mi gente.
Quiero volver a tocar mis libros y oler mi yo impregnado en las paredes.
Quiero escuchar la voz de mis amigos y gustar los sabores habituales; mirar la condillera por entremedio del smog.

Confesiones de baño bonaerense (III Parte)

Miércoles 16 de julio
después de las 12 de la noche.

¿Qué sucederá ahora?
Nada.
Fue abrir una puerta y pasar.
No es otra habitación
ni la misma con nuevos
muebles.
Estuve suspendida en el
umbral
ni aquí, ni allá.


Parece molestarme
pero no es así.
No sé si debía ser algo que ocurriera.
Tan sólo ocurrió.
Estuve cómoda, relajada
a diferencia de lo que creía antes.
No hubo desparramo de mitos
tampoco estampidas
ni deseos.
Sólo estuve allí.
¿Debería sentir algo?
¿Por qué?
Los días deberán correr...
la sangre también.
Es así como debe funcionar.


Confesiones de baño bonaerense (II Parte)

Domingo 13 de julio
23: y algo hrs.

San Telmo y sus callejuelas estrechas, atiborradas de lo antiguo, de arte callejero, de bandoneón y tango.
Mis pies reclaman tanta caminata, mientras mi estómago celebra buenos sabores y mi hígado se regocija con varias Quilmes.
Esta ciudad es para caminarla, admirando la talla de sus edificios y el verde que corona sus calles.
Tan intenso ha sido mirar que hay un cansancio placentero y una sensación de más tiempo que el real transcurrido.
Parecen lejanas las horas de agobio de los últimos días de trabajo.
Estoy en mi reducto del baño, gozando el cigarrillo diario y colocándole palabras al papel.
Poco he mirado hacia atrás y, de cierto modo, no hay motivos para hacerlo.
Ya llegará la hora.

Confesiones de baño bonaerense (I Parte)


Todavía sábado 12 de julio
21:50 hrs.

Encerrada en un baño, con una lata de cerveza, un cigarrillo y un ruido de calderas que parece la antesala de un manicomio acústico.
Heme aquí, en la cosmopolita capital trasandina, agradada de como se ha dado todo hasta ahora.
Bonita ciudad; harto árbol y avenidas concurridas.
Un cansancio placentero, de viaje y caminata.
El cambio de moneda me tiene loca; mi cabeza, inhabituada a la aritmética, pugna por llegar a cifras calculables.
Quiero deshacerme de los pensamientos de la mañana y de meses atrás.
Es curioso estar escribiendo en el baño, pero la pieza es pequeña y no quiero importunar el asma de mi madre.
Mañana nos espera San Telmo... recorrer, tomar fotos, escuchar este acento estridente, aunque acogedor.
Por ahora, dejo la lata de cerveza a un costado, me aseguro de que el cigarro está bien apagado, miro el cielo para ver si saldrá el sol mañana y voy a dormir.

viernes, julio 11, 2008

Me fui, pero antes, salté a un vacío que me tenía rondando su orilla hace mucho tiempo.
Caí parada y no se me dispersaron los sesos con el estruendo, porque no hubo estruendo.

Aún así, me fui con el alma reconfortada por haberme visto en mi espejo interior y no encontrar astillas en el aura.

Me he reconciliado con la espera, con el tiempo impetuoso, con mis ritmos, mis fantasmas y mis desvíos.

Ojalá mi mochila siga guardando el polvo de las ausencias; ahí, ya no hay espacios para nada más...es muy tarde.

No sonrío, pero hay esa quietud que apasigua, que inmortaliza la calma, que cristaliza el atardecer.

Tal vez vuelva...quién sabe...

domingo, julio 06, 2008


A veces, nos negamos a ver las señales que nos muestra el camino;
huellas ultrajadas de signos que evadimos
para no hacernos cargo de ellas o
de nosotros mismos.
Aceptamos que nos corrompa la rutina,
que nos ampare la indolencia,
que nos ciegue el hastío.
Construimos falsos ídolos,
profesamos ilusiones vanas,
dormimos entre mediocridades
hasta que nuestro olor se confunde con el hedor de la insania.

¡¡¡¡Cuánta miseria de espíritu se puede cultivar en un alma!!!!!

Aunque no siempre fue así.
Alguna vez creímos en la luz,
nos levantamos por el sólo gusto de crecer,
por el placer que brindaba la primavera,
por el deber que nos imponía un ideal.
En un punto, erramos el camino...