Ocurre en el ocaso, cuando la luz se va diluyendo y, con ella, el ajetreo que evade, el ruido que aturde, y el movimiento deja paso a la parsimonia de la noche.
Quizás ahora mismo puedo escribir esto precisamente porque aún no ha llegado esa tenue claridad del atardecer, ya que en el momento mismo en que me inunda, no sé articular palabras y soy presa de las sensaciones más asfixiantes.
Entonces es ahora cuando exorcizo las horas que pronto llegarán; ahora cuando invoco a la calma para que se prepare a acompañarme y no decida ausentarse nuevamente.
Aquellos atardeceres que arrancan suspiros a los mortales en mí surten un efecto devastadoramente triste...
Está claro que las medianías no son para mí, sino los extremos.
1 comentario:
Felicitaciones Aletea por tu poema.
Un abrazo desde la distancia.
Publicar un comentario