Se conocieron un día por esas coincidencias que no existen.
Ambos fueron a tomar el mismo libro de la estantería, rozaron sus manos y dejaron caer el volumen de cuentos.
Rápidamente se agacharon a cogerlo y un nuevo acercamiento los puso en tensión.
La turbación dio paso a una sonrisa y de ahí a un café para decirse la vida.
Ya era noche cerrada cuando se despidieron.
Ambos tomaron rumbos distintos. Ambos llegaron al mismo tiempo a sus respectivas moradas. Los chirridos de las puertas se confundieron en el silencio de la noche.
Todo volvió a su calma habitual cuando cada uno entró en su féretro.
sábado, agosto 05, 2006
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1 comentario:
me suena a 100 palabras
recuerdo aquella vez que me dijiste, entre todos, que un buen escritor es capaz de expresar lo que quiere sin ir mas allá, hoy te lo digo también a ti.
me ha encantado
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