El tiempo es cíclico, ya lo sabemos; va y viene alrededor de nosotros, dejando una estela de sedimento que se va convirtiendo en nuestra mortaja: son los recuerdos.
Al final del camino, entonces, sólo ellos nos acompañan hasta que ruedan por el despeñadero de una memoria que se apaga pausadamente.
¿Por qué no, entonces, ser más amables con esas imágenes?
Serán tu compañero de ruta, tu confidente y confesor; el espejo en donde podrás mirarte a la cara y reconocerte y reconocer a aquellos que han sido parte de tu historia.
La memoria y los recuerdos logran que las personas se vuelvan inmortales.
2 comentarios:
... y también logran que nos aceptemos a nosotros mismos.
Muy bonito Aletea; me recuerda a lo que no hizo la estirpe Buendía.
me hiciste reflexionar sobre las personas que se irán algún día y que las quiero... como los ancianos... ¿se irán y ya no quedará ningún recuerdo de su memoria?.... dónde quedan o a dónde se van nuestros recuerdos? quedan en los demás?
saludos!
VH
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