
Ella es una niña hermosa;
irradia inteligencia por sus venas adolescentes;
expande la soberbia belleza de los años pueriles
y hoy,
precisamente hoy,
se ha graduado de mujer GRANDE.
Mariana es una alumna mía, de Iº Medio, que hace pocos días atrás, tuvo un horrible accidente automovilístico, que le ha dejado su sonrisa un poco truncada. Pero es aquella sonrisa de fuera, la de los dientes parejos (no la sonrisa del alma) y, en medio de la confusión y el dolor, ella llamó a las fuerzas de su estirpe de mujer y pudo sortear las difíciles pruebas con un enorme aplomo y un rictus de ironía sana y bienvenida.
Es una niña apenas, pero ya se levanta con las fuerzas de la historia y la estirpe para ir más allá del choque, del estruendo, de sus dientes desperdigados y quedarse con el deseo de salir, de elevarse por sobre las dificultades y volver a sonreir con la gracia y la hidalguía que sólo tienen los más grandes, los fuertes de espíritu, los que están más allá del bien y el mal.
He querido, con esto, que conozcan a Mariana, porque es una niña hermosa, porque es mi alumna y porque es MUJER.