jueves, diciembre 25, 2008

Año nuevo...vida...?


Tanto correr por los días y las calles para, en un momento insoslayable, tener conciencia de que sólo se está huyendo; huyendo de los recuerdos, de la memoria, de la nostalgia, de la soledad, de uno mismo.

Armarse de un discurso grandilocuente, estudiado hasta en sus más mínimas expresiones, construido en noches de insomnio y recitado a solas frente a un espejo, para desenfundarlo a quemarropa y, con él, extender una estela de "mujer independiente y con sus preguntas resueltas" es, sin duda, el brazo armado de esta huida ciega y desbocada.

Pero siempre hay una callejuela sin salida, un minuto que tiene fin, sin que comience otro a reemplazarlo; ése es el minuto de la conciencia.

Detenerse es un acto suicida, pero inevitable. Hay que tomar aliento, lamerse las heridas, repasar mentalmente el mentado discurso, calzarse nuevos mecanismos de defensa para la siguiente maratón.

A lo lejos se vislumbra la meta, que nunca es tal porque no es más que un espejismo, ya que lo que verdaderamente está frente a nuestros ojos es, más bien, una partida que nunca cesa.

Suena agotador y, ¡¡¡ qué duda cabe !!!... VIVIR ES AGOTADOR.

sábado, diciembre 13, 2008

Hipatia


Murió mi tía.
Era una mujer muy particular:
alta, caminaba muy derecho y eso la hacía verse imponente, con su pecho erguido, casi displicente.
Nunca se casó y, según cuenta la leyenda, no tuvo amores, ni hijos.
Era como una enciclopedia, lo sabía todo, devoraba libros, diarios y revistas.
No era dulce, pero los que la conocíamos, sabíamos que nos quería, aunque jamás hubiese deslizado una mano por nuestras cabezas infantiles.
Era enérgica, locuaz y conocía el olor de los "rotos" como nadie.
Con su porte majestuoso y el cuello levantado de su largo abrigo café, solía asustar a los niños que la creían casi como un pariente criollo del conde transilvano.
No sabía cocinar, tampoco le gustaban los animales y las injusticias.
Cuando crecí, me regaló unos clásicos literarios que debían haber acumulado kilómetros de años. Cuando niña, me regaló un par de enojos de antología y un tarro con hoyos para que fuera a pescar con mi primo Gustavo al Canal San Carlos.
Desde hace algunos años, cuando me percaté que mi futuro sería la soltería y la no maternidad, pensé que mi tía era una especie de proyección de lo que sería mi futuro senil.
Cerca de los 83 años, ya no pudo vivir sola, ya no se conectaba a diario con el mundo y pasó a habitar un asilo cerca del mar.
La madrugada del jueves murió igual que como vivió, sola, refugiada en un mundo que ella construyó para sí, donde guardaba todas sus respuestas, sus eternas lecturas y, quizás, sus frustraciones.
Hoy la despedimos aquellos que nos topamos con ella en esta vida, los que le vimos su cáscara y, en ocasiones, algo más.
Hoy la despedimos quienes la quisimos...

Ojalá haya sentido que no estuvo sola al momento de partir.


Adiós, Tía Hipatia.

lunes, diciembre 08, 2008

Los años...

Cada vez llegan más rápido
menos perceptibles y más impertinentes
cada vez traen más certezas
y menos sorpresas
son como esas visitas que uno quisiera evitar
pero termina siempre dándoles una bienvenida forzada
esas visitas que no se van
se quedan a vivir en el cuerpo
en la lentitud de los reflejos
en la añoranza
en el pelo argentado de tanto sostenerlos
son los que espantan ideales
y enquistan conclusiones
los que transforman recuerdos en leyendas
y hacen cansino el paso...

Los años son una buena mierda
que lo único bueno que anuncian
es que queda menos...