viernes, agosto 31, 2007

Mariana

Hoy quiero contarles de Mariana.
Ella es una niña hermosa;
irradia inteligencia por sus venas adolescentes;

expande la soberbia belleza de los años pueriles
y hoy,
precisamente hoy,
se ha graduado de mujer GRANDE.

Mariana es una alumna mía, de Iº Medio, que hace pocos días atrás, tuvo un horrible accidente automovilístico, que le ha dejado su sonrisa un poco truncada. Pero es aquella sonrisa de fuera, la de los dientes parejos (no la sonrisa del alma) y, en medio de la confusión y el dolor, ella llamó a las fuerzas de su estirpe de mujer y pudo sortear las difíciles pruebas con un enorme aplomo y un rictus de ironía sana y bienvenida.

Es una niña apenas, pero ya se levanta con las fuerzas de la historia y la estirpe para ir más allá del choque, del estruendo, de sus dientes desperdigados y quedarse con el deseo de salir, de elevarse por sobre las dificultades y volver a sonreir con la gracia y la hidalguía que sólo tienen los más grandes, los fuertes de espíritu, los que están más allá del bien y el mal.

He querido, con esto, que conozcan a Mariana, porque es una niña hermosa, porque es mi alumna y porque es MUJER.


sábado, agosto 25, 2007

Crucifixión a las cero horas...

Quizás escribiré de torsos y no de palmas...
quizás me encubra en sílabas como me cubro en vida...
no sé,
tal vez
y sólo tal vez,
quiera hundirme en laxitudes indómitas que despueblen lo tan mal vivido
lo pútrido de estas latitudes que hoy contemplo en el espacio finito
de un espejo convexo.
La llama triste de un huerto sin ambages ni preámbulos
el sinsentido de un clamor desolado en la tarde de un día de junio
que va a estrellarse en mi axila herrumbrosa de estío.
Quizás sea la vida de castigo
que me sostiene en vilo de una lágrima
o el estiercol acanalado en la verada lúgubre del camino.
No comulgo con nada en estas horas
no
protesto atardeceres mustios de esperas y olvidos
tan sólo reniego de un andar prestado
que ha carcomido mi sombra en los postigos.
Adolezco del mal de muchos
la palabra
y si fisura hiriente
el entendimiento
me atraganto de versos y escabullo
a la más leve plaza de lamentos.
Qué he de decir cuando el minuto acabe
y me halle prendida en el susurro
de la caricia tibia pero prohibida
del mal que llevo tan dentro.
Quizás deba callar en el intento
de definir lo que he buscado en la huella sorda de un desierto
mientras me hundo abajo
muy abajo
de un ala rota y sin repuesto.
No hay premura en terminar
tampoco ansias de explicar;
sólo
(un minúsculo sólo)
el tenue arrebato de
proferir en mi defensa
la excusa trunca de una vida hecha de paisajes inmóviles
vistos al trasluz de mi ventana
dibujados en el redil de mi mente febril e insana
por aquellos años de la inocencia a granel.

Lo demás
poco
o mucho
pero sólo lo demás
lo guardo celosamente en la estrecha brizna de mis uñas
para pararme frente al día y espetarle al alba
una blasfemia bien merecida.

viernes, agosto 24, 2007

No quiero más que...

Quiero jugarme el amor en una apuesta visionaria e idealista que redefina el vuelo de los cóndores y haga de la locura el estado de las cosas.
Para las mañanas quiero una mirada perenne y para las tardes, un crepúsculo a prueba de melancolías y reparos.
Quiero, para mi piel, una estampida de grillos y la prisión del placer en mis yemas.
Y para mis ojos, la felicidad insomne de los otros y de mi.

domingo, agosto 12, 2007

Atrapada

Permanezco en un invernadero
no sé qué ocurre afuera ni a mi alrededor
siento mis sesos húmedos
las piernas mohosas
y el alma en extrema altitud.

No circula el oxígeno por mi boca
las palabras se me enquistan en la lengua antes de ser proferidas
estoy asfixiada de tan poca vida.

viernes, agosto 03, 2007

No sé en qué momento dejé de saber lo que venía después
porque alguna vez soñé con un después para mí
pero seguramente éste se quedó atascado en una premura
y, sin saberlo,
me alejé de él.
¿Dónde busco el después?
¿En qué esquina comienzo?
Me encuentro de pie en una mitad
y sé que no es el equilibrio.
A veces tiendo a pensar
que si sigo adelante
quizás

llegue un momento en que sepa
sienta
que vuelvo a pasar por esa esquina
y el después me retoma
y me reconcilia. Pero
¿cómo saberlo?
¿qué rostro tienen las certezas?