sábado, junio 20, 2009

Tardanza...

Quise distraer la pena mirando por la ventana la lluvia que se dejaba caer en la ciudad. Es cierto que la mañana estaba un poco gris, con una luz blancuzca que, en un principio, me hizo confundir lo que estaba viendo.
Cuando comenzaron a caer las plumas blancas delante de mí pensé que alguna paloma estaría cambiando su ropaje en la azotea de mi edificio, pero pronto reparé que dichas plumas eran demasiado grandes para ser de esas aves indeseables.
Asomé la cabeza para mirar hacia lo alto y no
llegué a alcanzar mi objetivo porque venía bajando hacia mí un ángel que, antes de que yo pudiera lanzar un grito de asombro, me tapó suavemente la boca con su mano. Enseguida me pidió entrar en mi habitación porque sentía frío y necesitaba, además decirme un secreto importante.
Aun un tanto confundido, me hice a un lado para que entrara e incluso le ayudé a meter sus enormes alas por la reducida ventana. Una vez sentado en mi cama, puso cara solemne y me dijo:
-Debes ser cauto y precavido porque la vida no te será fácil. Enfrentarás dificultades que solo con mesura podrás sortear.
Quise decirle algo, pero no me salía el habla y no era de asombro por su extraña aparición.
Se levantó, sacudió sus plumas y se dispuso a marchar, no sin antes disculparse por lo que él creyó podría ser una ligera tardanza.
Una vez que partió, ya no hubo caso de distraer la pena; es más, había otro motivo para estar triste…El ángel se había demorado apenas 43 años en encontrarme.

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