sábado, agosto 25, 2007

Crucifixión a las cero horas...

Quizás escribiré de torsos y no de palmas...
quizás me encubra en sílabas como me cubro en vida...
no sé,
tal vez
y sólo tal vez,
quiera hundirme en laxitudes indómitas que despueblen lo tan mal vivido
lo pútrido de estas latitudes que hoy contemplo en el espacio finito
de un espejo convexo.
La llama triste de un huerto sin ambages ni preámbulos
el sinsentido de un clamor desolado en la tarde de un día de junio
que va a estrellarse en mi axila herrumbrosa de estío.
Quizás sea la vida de castigo
que me sostiene en vilo de una lágrima
o el estiercol acanalado en la verada lúgubre del camino.
No comulgo con nada en estas horas
no
protesto atardeceres mustios de esperas y olvidos
tan sólo reniego de un andar prestado
que ha carcomido mi sombra en los postigos.
Adolezco del mal de muchos
la palabra
y si fisura hiriente
el entendimiento
me atraganto de versos y escabullo
a la más leve plaza de lamentos.
Qué he de decir cuando el minuto acabe
y me halle prendida en el susurro
de la caricia tibia pero prohibida
del mal que llevo tan dentro.
Quizás deba callar en el intento
de definir lo que he buscado en la huella sorda de un desierto
mientras me hundo abajo
muy abajo
de un ala rota y sin repuesto.
No hay premura en terminar
tampoco ansias de explicar;
sólo
(un minúsculo sólo)
el tenue arrebato de
proferir en mi defensa
la excusa trunca de una vida hecha de paisajes inmóviles
vistos al trasluz de mi ventana
dibujados en el redil de mi mente febril e insana
por aquellos años de la inocencia a granel.

Lo demás
poco
o mucho
pero sólo lo demás
lo guardo celosamente en la estrecha brizna de mis uñas
para pararme frente al día y espetarle al alba
una blasfemia bien merecida.

1 comentario:

Gonzalo Villar Bordones dijo...

inocencia. yo creo en ello.