domingo, marzo 16, 2008


Me vino de pronto,

aunque quizás anunció su arribo una cuadra antes,

cuando recordé qué guapa me sentía hace un año más o menos y

qué distante estoy ahora de esa sensación.
El caso es que caminaba por uno de los pasillos del supermercado y la sentí.

Comenzó a invadirme desde el estómago hacia arriba primero,

hasta llegar al corazón y

luego de ahí al resto del cuerpo.
Fue una sensación similar a la que tengo a veces

cuando se hace el silencio de pronto,

cuando termino un libro o

cuando llego a la casa y no hay nadie.
Es vacío;

un vacío de orfandad,

de frío interior y

soledad.
Enseguida se me nubla un poco la vista y

pienso en refugiarme en una conversación amigable,

en un gentío improvisado o en esto,

la escritura.

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