viernes, septiembre 28, 2007


Cómo te atrapo la vida sin dejarte caer, amigo.

Cómo te digo que por mis venas corre tu dolor, aunque no sea el mío.

Cómo acurruco tu tristeza, sin ser la mujer que escogiste para las penas.

Cómo dejo mi aura apocalíptica para procurarte bellos amaneceres.


Quizás sólo diciéndote que te quiero como aquellos cultivos que se dan con tiempo y dedicación.

Tal vez con uno de mis garabatos cotidianos y pudorosos.

En una de ésas, sólo conjugando el verbo del silencio que tan difícil resulta a mis vocablos.


Pero la purita y santa verdad es que te quiero.

Mataría por eximirte de tu pesar.

Llevaría con hidalguía el peso que hoy curva tu espalda y tu alma

y, con todo, sabría dibujar una sonrisa para nuestros encuentros furtivos

que lave de grises tu diáfana mirada verde.


Te quiero, amigo, y tú sabes que en esta declaración va todo el pecado enraizado en las palabras.

3 comentarios:

Gonzalo Villar Bordones dijo...

tu alma es una montaña azul.

Luis Seguel Vorpahl dijo...

UN abrazo, un abrazo, un abrazo.

Hiirondelle dijo...

Las coincidencias de la vida y la magia de internet me trajo hasta acá.
Eres como un recuerdo que nunca se quiso ir, y un buen recuerdo para invitar en una conversación entre amigos.
Saludos Ale.

Maca Nieto.