domingo, agosto 31, 2008


Las circunstancias, el ajetreo diario, el reloj incansable de los apremios nos dificultan, muchas veces, el estar con nosotros mismos; el sentirnos fluir por las horas.

Ahora he estado conmigo. He podido palpar mis músculos y mis banderas; salivando recuerdos más añejos que los años. Pero también ha habido espacio para los sueños breves; esos chispazos hacia el mañana incierto.

He sentido el encuentro y el reclamo que mi interior le hace a esta figura pública que tan poca atención le brinda a veces.

Me miro al espejo y veo que tengo más batallas en la piel y los hilos de la melancolía ya comienzan a argentar mi frente. Pero esto no me alcanza para un reproche, ni un lamento. Sé que la primavera está próxima y sé también lo que ésta me trae cada año.

Es hora de dejar las despedidas atrás como un resabio más del otoño que todo lo mata de hastío muy lentamente.

Hay misterios que ni las esperas invisibles pueden descifrar. Hay amores condenados a existir en los intersticios del tiempo. Hay adioses que duelen, pero no matan.

Y, por sobre todo, hay una vida que espera ser vivida en primavera.

2 comentarios:

Gonzalo Villar Bordones dijo...

nos salva la primavera.

Víctor Hugo dijo...

la primavera nos trae esperanas... luz... ánimo...nos trae vida ...para que la invitemos a tomar café o una cervecita

saludos!
Víctor Hugo