sábado, junio 10, 2006

Mirada


Me miras desde el tiempo y la distancia, desde un espejo de agua en el cual me vi una vez hace ya tantos años. Quizás has seguido mis pasos y escuchado mis voces convertidas en sal. Una gota de sangre te llevó al otro lado del resplandor para critalizarte allí y hacerte inmortal. Tal vez me esperas, me llamas o tan solo observas a través del cristal de mi mente. Sólo una vez nos encontramos, aunque no nos alcanzamos a mirar. Será luego, sin duda. Habrá un espacio que nos cobije a ambos en el calor de lo irreal y no serán necesarias las palabras, ni las explicaciones; ni siquiera las largas historias. Todo estará allí para hacer de ese momento una realidad aparte; la justa medida de lo que ahora nos ha sido privado. No te extraño porque nunca me has faltado, porque has permanecido quietecito en el rabillo de mi ojo alerta, porque he oído el sonido de tus balbuceos y he sido arrullada por ellos en estos largos veinte años desde tu partida. Tú y yo sabemos del tiempo de los relojes y cuando suene la última campanada, serán nuestros los instantes.
Por ahora sólo un adios casual nos separa.

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