martes, noviembre 28, 2006

Escapando...

No quería llegar a casa. Sabía que allí la esperaba una realidad que no deseaba ver (bastaba con imaginarla cada noche antes de dormir y previo al rezar) por lo que se decidió a prolongar el laburo, dilatando los minutos y encontrando, a cada paso, alguna minucia que hacer.
Pero cuando ya era ridícula la permanencia, se echó a andar por las vitrinas, reflejando su cara de ansiedad en los maniquíes a su paso.
Demoraba el tranco; miraba el reloj pidiéndole clemencia y, como nunca, implorando que el tiempo pasase sin pena ni gloria, pero que pasase.
Al llegar, ilusamente tomó la llave de seguridad; aquella que le diría que el departamento estaba vacío. Fue en vano.
Al otro lado de la puerta la esperaba la imagen que no quería ver; la cara del deterioro, la mente disgregada y la pregunta que no quería oir "¿Quién es esta señorita?" cuando esa señorita no era otra que la mujer que, aquella otra mujer, había criado desde siempre.
No soportaba sostener esa mirada cuajada por una catarata y, sobretodo, ida en el recuerdo de una vida que se deshilacha a cada tanto.
Disimuló, rió e hizo bromas como antaño, como siempre, pero las procesiones atraviesan las venas y pronto se rindió y quedó muda.
Más tarde, la abuela s fue a su nuevo refugio de soledad y ella quedó con un frío en las sienes y un sabor a residuo en la piel.
Todo se desvanece...más tarde o más temprano, no sólo las huellas dejamos en el camino, sino también nuestros huesos, nuestros recuerdos y a nuestra gente.
Abrió una cerveza. Se negó a ir por un cuerpo más esbelto y se sentó aquí a contarles su escapada de la tarde.

2 comentarios:

Gonzalo Villar Bordones dijo...

quén apaga tus luces al anochecer?

Anónimo dijo...

Todo eso es inevitable...
hasta las huellas se las lleva el agua y el viento.
pero.... siempre sueño, en que es diferente.