martes, diciembre 26, 2006

Tres de mis cinco relojes se han detenido
parecen negarse a la ida de este año
me han dejada huérfana del tiempo
y desprovistas de atuendos mis muñecas.

Yacen varados en el velador
exagües de tanto correr días
parecen descansar inocentemente
cual veraneantes bajo un sol ampolleta.

El tiempo debiera detenerse
al igual que sus esbirros
para coger mi boca una bocanada de suspiro
atrapar mi frente una brisa matutina
y disfrutar de la laxit
ud de una tarde.

Pero el inmisericorde no cesa en su estruendo
arrastrando a su paso las hojas de un calendario
asolando momentos que soñaron con ser inmortales
escupiendo su brioso poder sobre mi espalda.

Es una lucha encarnizada la que ambos tenemos
me niego a correrlo, me llena de canas
me resisto a su estampida y casi hiberno
me azota el cuerpo con sus estrías.

El tiempo y yo nos miramos de reojo
nos mostramos los dientes desconfiados
nos batimos a duelo cada mañana
para ser yo la vencida en las contiendas.

No hay enemigo más temible
ni lucha más absurda e infructuosa
es lo único que me va quedando de rebelde
y es la brizna que amarra mi utopía.

1 comentario:

Gonzalo Villar Bordones dijo...

el tiempo, el monstruo que la poesìa suele domar.